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MÚSICA Y FESTIVALES

Hit me hard and soft, o cómo Billie Eilish inició la edad adulta sacando un disco sin edad

Por Pedro Simpson

Parece que fuera ayer que Billie Eilish irrumpió en nuestras vidas. Pareciera que hace nada que se comió el mundo con su disco debut y con el hitazo que fue (y es) Bad Guy. Es que realmente cuesta dimensionar que es así: aunque ya lleva ocho años de carrera, semejante artista recién tiene 22 años. Para que nos demos una idea, Billie Eilish tiene hoy la edad que tenía Mick Jagger cuando se editó el primer LP de The Rolling Stones.

El 2023 de Billie Eilish arrancó con el show más multitudinario de la historia del Lollapalooza Argentina, y terminó con un sinnúmero de nominaciones a todos los premios posibles para ‘What was I made for?’ el sencillo que escribió en 5 minutos para la película de Barbie. Como no podía ser de otra manera, el 2024 lo comenzó llevándose entre otros el Grammy a Canción del Año, el Globo de Oro y el Oscar a Mejor Canción Original, cosa que no pasaba desde My Heart Will Go On de Cèline Dion y Titanic. Uno diría, “ok ¿y ahora qué sigue?” Bueno, Billie Eilish procedió a editar el mejor disco de su carrera.

Me cuesta encontrar palabras para describir el DISCAZO que es Hit me hard and soft. Diez canciones; cuarenta y cinco minutos de música de altísimo nivel. Producido como siempre por su hermano y coequiper Finneas, este disco pareciera estar poco pensado para el hit (a contramano de toooda la industria de la música popular en éste el mundo del Tik-Tok del que, no olvidemos, ella es nativa). Por el contrario, las canciones en su mayoría son largas excepto -justamente- el corte de difusión, Lunch. El disco tiene tantos matices, te lleva por tantos climas; que es imposible no emocionarse escuchándolo.

El viaje arranca con Skinny, una balada que podemos emparejar con el galardonado hit de Barbie, para fundirse y levantar con las negras del beat de Lunch, como quien se hunde hacia el fondo de una piscina y sale a flote de un salto. Si comparábamos al primer track con ‘What was I…’, bien puede compararse a Lunch con Bad Guy. Pop oscuro, experimental, bolichero y con una letra sugestiva; en este caso, con su canción más sexual hasta la fecha. 

El tercer tema del disco es Chihiro; un temazo dream pop psicodélico, lleno de referencias líricas a la película del mismo nombre. Aquí comienza a notarse algo que hasta el momento no habíamos oído en Billie y que escucharemos en todo el disco: lo mucho que ha crecido vocalmente, ampliando exponencialmente su registro hacia arriba y hacia abajo. Le sigue Birds of a feather, quizá el tema más ajustado a la fórmula pop regente en la industria. Sin dejar de tener su sello personal, es cuando más se acerca a otras estrellas del momento como podrían ser Taylor Swift o Ariana Grande. Mención especial para el arreglo de sintetizadores al final, al mejor estilo MGMT. Sigue Wildflower, una balada folk en la que Eilish le canta a un corazón roto. He aquí otro golazo vocal de nuestra estrella, con una interpretación tan desgarradora que te hace sentir en carne viva esa sensación de desamor.

Párrafo aparte para la mejor canción del disco, la mejor canción de Billie Eilish, y posiblemente la mejor canción del año. Se llama The Greatest y realmente le queda como anillo al dedo el nombre. Al escuchar este tema lo primero que pensé fue “este es el Champagne Supernova de Billie Eilish” (el fan de Oasis sabrá entender). Ese comienzo tímido y minimalista, casi susurrado; ese lamento en la voz, va creciendo hasta explotar exactamente en el minuto 3:10 y volar por el espacio en todas direcciones para volver a contraerse en una pequeña pelotita en el medio del pecho hacia el final. Éste tema solo ya te vende el disco y las entradas para todos los shows de la gira.

A este punto uno se pregunta “¿cómo seguimos después de esto?». Y ahí encontramos a L’amour de ma vie, la segunda mejor canción del disco después de la que acabamos de escuchar y la más larga del mismo. En poco más de cinco minutos y medio, comienza siendo una balada pop con aires franceses para convertirse repentinamente en un hyperpop frenético al mejor estilo Tame Impala. De esas canciones que en vivo no te queda otra que hacer la ronda más grande que se pueda para en el momento propicio saltar hacia el medio en un baile frenético.

Ya entrando en la recta final del disco, en el track 8 encontramos a The Diner, un hip hop con aires r&b y un ritmo hipnótico que recuerda a Gorillaz; y una letra en la que se retrata una obsesión enfermiza con una mujer, tanto que lleva a la protagonista a diversas amenazas. El track 9 es Bittersuite, un temazo en tres actos en donde, tal como describe el juego de palabras del título, se relata una historia de amor agridulce en una suite de hotel.

El final del disco es con Blue, una canción esperadísima por los fans ya que resulta de la fusión de dos temas inéditos de Billie Eilish: por un lado True Blue (de los primeros años de su carrera) y por otro Born Blue (canción que fue cortada a último momento de su anterior disco Happier Than Ever). El resultado es una grandísima canción; una oda a la tristeza que recuerda tanto a Lana del Rey como al U2 de Zooropa.

Definitivamente “Hit me hard and soft” es uno de los discos del año. Una obra exquisita que no marcará la época sino que se convertirá en un disco de culto, no sólo para los fanáticos de Billie Eilish sino de la música en general.

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