Por Pedro Simpson
El show de los Arctic Monkeys en el Orfeo fue histórico por donde se lo mire. Pocas veces han venido a tocar a esta ciudad bandas no sólo en su pico de popularidad, sino además siendo referentes del movimiento contracultural en auge. Como los Bee Gees en el ‘78, Madonna en el ‘85, Nirvana en el ‘92 y Oasis en el ‘95, los Arctic Monkeys en el 2014 eran poco menos que los dueños del mundo. Un año antes habían editado AM, su disco más exitoso, que les valió ganar el premio a álbum del año de los Brit Awards. Fue en ese preciso momento cuando los cuatro muchachines de Sheffield se recibieron de rockstars, subiendo al escenario a recibir el premio y con Alex Turner dando el discurso más icónico en lo que va del siglo (“that rock and roll eh?”). En ese contexto, Arctic Monkeys anunció su primer (y único) show en el interior del país.

Las 9.000 personas que estuvimos en ese recital salimos transformadas. Desde el preciso momento en que terminó “R U mine?” supimos que ya nada sería igual. Pero remontémonos al principio.

La oferta de esa noche del 9 de noviembre era tan difícil de superar como de imaginar unos años atrás. No sólo íbamos a tener a los monos en nuestra ciudad, sino que además vendrían secundados por The Hives; también debutantes en la Docta y una de las bandas que abrió la puerta a la nueva ola de indie rock de los 2000 a la que los arctic se sumarían unos años después. La noche anterior ambas bandas habían encabezado la grilla del Personal Fest en Buenos Aires. Pero, a diferencia de la pomposidad y las múltiples ofertas musicales del festival en el reducto porteño de GEBA, la propuesta cordobesa ofrecía un ambiente más intimista, en un estadio cerrado de nivel internacional como el Orfeo.

Fue una noche donde nada defraudó: el sonido perfecto del estadio, el clima perfecto de una noche primaveral y los dos tanques indie prestos a comerse el público con sus aplanadoras propuestas. Fueron The Hives los primeros en enloquecer a los presentes con una lista plagada de clásicos y con 100% garantía de pogo. Se apagaron las luces y el telón de fondo, que mostraba a un vampiresco Pelle Almqvist en plan titiritero -cuyos ojos se iban enrojeciendo conforme sonaba la música de Tiburón del legendario John Williams- dio paso a la banda que nos teletransportó a la estratósfera con Come On! Así arrancó un setlist de 12 canciones que no dejó casi ningún hit fuera. Walk Idiot Walk, Main Offender, Wont be Long, Tick Tick Boom y Hate to Say I Told you So, entre otros, sumado a un Pelle permanentemente agitador que nos habló en casi perfecto castellano (y a ese casi le debemos la hoy legendaria frase “están preparidos?”); fueron el preludio perfecto para la porción de historia a la que nos estábamos por enfrentar.



Apenas pasadas las 21.30, las luces del Orfeo volvieron a apagarse para darle paso, por fin, a los Arctic Monkeys. El show comenzó con Do I Wanna Know? con el beat del bombo de Matt Helders marcando el pulso de las luces del escenario y de las 9.000 almas presentes, dieron paso al riff más icónico de los años ‘10. Instantáneamente el público enloqueció y comenzó una espontánea lluvia de vasos de cerveza que hizo el inicio aún más épico. Al terminar esta canción se encendió un AM gigante en el escenario cual batiseñal, y conectando con un pulso de bajo, llegó el momento de Snap Out of It. Entre medio, el primer saludo (un claro pero esforzado “Cordóbaa!” por parte de Alex). Apenas terminado este hit vendría el saludo oficial en inglés (“we are the Arctic Monkeys from Sheffield”) y la cosa empezaría a subir lentamente con Arabella y el segundo gran pogo del show.

Después de este inicio in crescendo, llegaría la bomba atómica llamada Brianstorm. Aún hoy recuerdo esas luces rojas que titilaban con la fuerza infernal de ese riff enloquecido y esa batería que parece tocada con mil brazos y se me eriza la piel. Mirá que habíamos ido a muchos shows gigantes antes y fuimos a muchos más después, pero esos tres minutos y pico fueron de lo más infernal que hayamos vivido en un recital. Por suerte los monos se apiadaron de nuestras almas y nos devolvieron brevemente el aliento al tocar Don’t sit down ‘cause I moved your chair. Brevísimamente claro, porque ese estribillo se tiene que poguear mientras se grita “uuuuh yeah yeah yeah!!”. Lo dice alguna parte de la Biblia, estoy seguro de eso.

Siguió Dancing Shoes y de la nada Alex tiró un “La noche está en pañales” antes de sacudirnos por séptima vez con Teddy Picker y enganchar el final con Crying Lightning. A esta altura ya nuestras remeras estaban empapadas, las pocas cervezas que no volaron por los aires se habían acabado y los copetes de los muchos que habíamos ido imitando el peinado teddy boy de Alex se habían derretido, ocasionando ardientes ríos de sudor y gel que corrían bordeando nuestros incrédulos ojos.

Promediando el show, llegaron Library Pictures y Knee Socks, ambas con intros extendidas. A la potencia de la primera canción le marida muy bien la sensualidad de la segunda. Este combo es una gran muestra del tremendo talento compositivo de Alex Turner. Coronaron este tramo del show My Propeller y All My Own Stunts. Luego Alex le agradeció a los Hives y volvió a detonar todo con I Bet You Look Good at the Dancefloor para acto seguido volver a bajar y subir una vez más cual montaña rusa con Number 1 Party Anthem y Why’d You Only Call Me When you’re High?. Antes de la pausa que antecede a los bises, nos regalaron Fluorescent adolescent y el que quizá sea EL himno del indie sleaze; esa maravillosa canción llamada 505.

Tras la pequeña pausa volvieron para la parte final del show con One for the Road y I wanna be yours. Fue aquí cuando Alex cedió a un constante pedido del público y tocó una versión acústica de Mardy Bum, como un último regalo antes de ejecutar el inevitable final con R U Mine? y un pogo que retumbará por siempre en barrio Alto Verde.

Recuerdo haber caído rendido al suelo una vez encendidas las luces. Recuerdo que a muchos más les pasó lo mismo. Pero por sobre todo recuerdo los abrazos colectivos. Insisto, desde ese preciso instante supimos que ya nada sería igual. Habíamos sido testigos de lo imposible, de lo improbable, de lo irrepetible.


Oficial trailer Arctic Monkeys South America 2014.
Dale play.

2 replies on “Arctic Monkeys en el Orfeo: 10 años de un hito histórico del rock en Córdoba”
Me encanta ese grupo, los temas son unos mejores que otros :))
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Siiii! Yo soy muy fan de ellos jaja 🙂
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