Por Pedro Simpson.-
16 años, 6 meses y 12 días. Ése fue el tiempo que tuvimos que esperar para volver a tener a Oasis en vivo en Argentina. Aquel 3 de mayo de 2009 sabía a despedida para todos los fanáticos que estábamos al tanto de las peleas que venían teniendo los hermanos; que aunque siempre existieron (y por eso se caracterizaron), por esos días venían más álgidas que nunca. Así y todo aquél fue un concierto épico, con momentos hoy virales como el pogo de Morning Glory y la versión acústica de Don’t look back in anger que lo convirtieron en legendario; al punto de ser catalogado por fans de todo el mundo como el mejor recital de Oasis de todos los tiempos (¡y eso que no tocaron Live forever!).
Con semejante precedencia, sumado a la invasión argentina en todos los shows anteriores de la gira Live ‘25, la expectativa por el doblete de los hermanos en nuestro país era mayúscula. Los ojos de todo el mundo estaban posados sobre el estadio de River Plate. Las entradas obviamente se agotaron en minutos. La productora que organizó los shows emitió un remanente un mes antes de los mismos, e incluso amplió el aforo habilitando un sector del estadio con menos visibilidad del escenario pocos días antes de la fecha, que también volaron en cuestión de instantes. Famosos como el DJ David Holmes o el actor Matt Smith vinieron especialmente a ver los shows. Cientos de fans de todo el mundo hicieron lo mismo, muchos de ellos sin entradas, y pululaban en las calles aledañas al estadio rogando conseguir algún ticket de reventa. El barrio de Nuñez se convirtió en el northern quarter por un finde: todos los bares y pubs musicalizaban con Oasis y afines, los negocios vendían todo tipo de merchandising de la banda, las paredes se llenaban de pintadas, banderas y posters, los pilusos (mas no tanto las parkas porque calor) abundaban en las veredas y paseos. Y los outfits, con un dominio absoluto de la cápsula de Adidas, se escribían todos con helvética black oblique.

A pesar de la alerta meteorológica para el sábado a la madrugada que obligó a adelantar los horarios de la primera fecha, y de los fuertes vientos del domingo por la tarde que demoraron los comienzos de la segunda; podemos decir que el clima acompañó. Al momento de emprender el largo y sinuoso camino demarcado por la organización para los accesos al estadio, el cielo era celeste como la camiseta del City. El ingreso del público fue acompañado del dj set de Mariano Mellino; en una elección de telonero sorpresiva que, hay que decirlo, no cayó demasiado bien entre los fanáticos que esperaban alguna banda nacional “del palo oasisero”. Mucho se habló en la previa y se vaticinó que podrían haber sido artistas como Juanse, Turf o Bestia Bebé. Igual la manija telonera estaba más que cubierta con la presencia estelar de Richard Ashcroft. El exlíder de The Verve salió a escenario con una camiseta de la selección con la 10 de Kempes y brindó dos shows que cautivaron tanto a los fanáticos (que corearon “Ricaaardo, Ricaaardo!”) como a quienes desconocían la obra del cantautor de Wigan. O mejor dicho, creían que desconocían. Porque si bien en la segunda jornada Ashcroft tuvo que recortar dos canciones de su setlist, el cierre como no podía ser de otra manera fue con Bitter sweet symphony. En la noche del sábado la dedicó a Diego Armando Maradona, y en la del domingo lo hizo “para todos aquellos que al día siguiente tenían que trabajar de algo que no les gusta”. De más está decir que ésta fue la primera explosión de emotividad de la noche. El estadio coreó esa épica intro de cuerdas como sólo nosotros sabemos hacer, la canción se cantó a grito pelado, los celulares se alzaron en masa para filmar y, si quedaba algún par de mejillas sin surcar mediante sendos arroyos de lágrimas, hasta acá llegó ese invicto.
Listo, ya se había calentado toda la previa. Ya no quedaba nada más. Las luces se apagaron. Las pantallas avisaron que THIS IS NOT A DRILL. Fucki’n in the bushes.
BUENOS AIRES VIBES IN THE AREA.

La fiebre con la que se vivió el inicio del show de Oasis en River fue de una euforia pocas veces vista. Cuando la pasión por una banda se mezcla con la catarsis colectiva y fue macerada por década y media de espera, se genera un clima sólo comparable con momentos similares. Curiosamente, al público rockero argentino le tocó vivir dos de estos momentos este año; primero con Los Piojos y ahora con Oasis. El pogo fue descomunal. El 100% de los campos delantero y trasero dejaron alma y vida las primeras siete canciones. En Supersonic y Roll With It, octava y novena canción del setlist respectivamente, recién se tomó un poco de aire; justo para la primera ventana de temas cantados por Noel. Apenas el Jefe quedó en el centro del spotlight, comenzó el “oleee olé olé olé, Noel, Noel”. Contrariamente a 2009, cuando dijo “no hay tiempo para eso” mientras señalaba un imaginario reloj de pulsera; esta vez el mayor de los Gallagher alentó el cántico, haciendo el gesto con las palmas hacia arriba. Se notaba que estaba esperando este momento más que nadie.

Ya que estamos, hacemos un pequeño paréntesis para hablar de la estadía de Noel Gallagher en Argentina. El tipo fue el que más tardó en venir hasta acá, pero disfrutó cada segundo en nuestras tierras. Apenas llegó pidió visitar la bombonera, sorprendiendo hasta a los mismos dirigentes de Boca que no lo esperaban, ya que no se había programado una visita oficial como en otras ocasiones y con otros artistas. Visitó la tumba de Evita en el cementerio de la Recoleta. Se sacó fotos y firmó autógrafos a los fans que lo esperaron tanto en la salida de la bombonera como en la puerta del hotel, dio dos shows supremos en los que lagrimeó igual que las 180.000 personas que lo fueron a ver, se despidió del escenario cantando “Ar-gen-tina! Ar-gen-tina!” y a la salida del estadio asomó la cabeza por la ventanilla del auto para saludar a los fans que estaban en las inmediaciones, con una sonrisa propia del que está viviendo una alegría más grande de la que le entra en el pecho.
Volvemos al show.
La lista de temas de ambos días fue la misma en toda la gira. Ya pasaron todos los shows por lo cual ya no corre el spoiler. La primera parte de la misma (esas nueve canciones que mencionamos anteriormente) fueron Hello, Acquiesce, Morning Glory, Some Might Say, Bring It On Down, Cigarettes and Alcohol (por Dios lo que fue ese
Poznan!!!), Fade Away, Supersonic y Roll With It. El primer bloque de Noel se conformó por Talk Tonight, Half The World Away y Little By Little; siendo esta última la más coreada del triplete.

Como fue costumbre en este tour, la vuelta de Liam al escenario tras este bloque fue con D’you know what I mean?, que ofició como puente hacia otra seguidilla súper emotiva. Es que realmente hay que ser de piedra para no emocionarse: Stand by me, seguido de Cast no shadow (con dedicatoria a Richard Ashcroft incluida), Slide Away, Whatever… y para coronar: Live Forever, con una imagen gigante de Diego Armando Maradona en la pantalla.
El grito de “Maradoooo, Maradoooo!” fue ensordecedor.

Bien sabido es que los hermanos Gallagher son maradonianos. Más allá de la rivalidad futbolística (y más) que pueda haber con Inglaterra, el Diego encarna todo lo que significa ser un working class Hero. El día que lo conocieron es una de sus anécdotas preferidas. Noel ha sabido contar que esa icónica foto que se sacaron en el vip de un bar está (además de en cientas de remeras que hubo entre el público) en un portarretrato en el living de la casa de Peggy. Es por esto que no sólo se lo homenajeó en Live Forever, sino que inmediatamente después, Liam le dedicó Rock n’ Roll Star.
Otra vez la pausa. Llegó el segundo bloque de Noel. Momento de presentar los músicos. Uno por uno, el Jefe los fue presentando a Gem, a Andy, a Joey… y a Bonehead: el único miembro fundador de la banda, de cuando aún se llamaba The Rain; el que fue pieza clave de esta reunión; el que prescindió del tramo asiático/oceánico de la gira para poder estar a pleno en Sudamérica; recibió su merecidísima ovación.
“Oleeee olé olé olé…! Boneheaaad, Boneheaaaad!”
A semejante muestra de cariño le siguió The Masterplan, canción cuya letra tranquilamente puede resumir todo este viaje que hemos realizado tanto banda como público. Todos fuimos parte del Plan Maestro.

Y para el final, lo mejor. Lo que más estábamos esperando. Noel nos miró con cierta expresión desafiante y preguntó:
– “Are you ready?”
– “Are you ready??”
Un sector de la pantalla gigante filmaba a Noel Gallagher. Otro apuntaba al público. Uno más, en plano detalle sobre las manos del tecladista: Don’t Look Back in Anger. Si no fue la canción más unísonamente cantada a los gritos de la historia de los shows en River, pega en el palo y entra. Estremecedor.

El cierre como no podía ser de otra manera fue con Wonderwall y Champagne Supernova. Y un show de fuegos artificiales que duró casi tanto como una eternidad. O por lo menos eso deseábamos. Tratamos de estirar al máximo cada segundo. Nadie se quería ir; una parte de cada uno de nosotros quedó guardada en ese momento.

Ahora la banda anunció “una pausa para un período de reflexión”. Pausa que suena a reencuentro muy cercano.
Tal vez sí era que «Oasis eran los amigos que hicimos en el camino». También los kilómetros recorridos, los pesos (y libras) ahorrados. Los riffs coreados, los estribillos llorados. Los años de espera leyendo libritos de discos, usando parkas en verano y viendo a los hermanos por separado.
Valió cada maldito segundo.


