Una experiencia editorial ochentosa que celebró el exceso, el trabajo colectivo y el disfrute de crear en grupo.
En Córdoba, se llevó a cabo Un ritual de glamour desobediente que propuso algo distinto: no fue sólo un shooting, sino una experiencia editorial completa. Inspirada en el glamour ochentoso, el exceso elegante y el lujo sin permiso, la jornada reunió a modelos, diseñadores, fotógrafos y creativos en una escena compartida que mezcló brillo, volumen, actitud y emoción.
La propuesta fue organizada por Romina Donghi, fashion creative, estilista y productora, quien pensó el proyecto como un banquete visual para cerrar el año: una celebración colectiva donde el maximalismo, la energía grupal y la estética de los ‘80 se convirtieron en lenguaje. “Más que un shooting, quería que fuera una experiencia editorial. Que vivan todo el proceso como si fuera para una revista o una campaña”, explica Romina.
El concepto de glamour desobediente se apoyó en referencias claras: series como Dinastía y Dallas, el brillo, el metal, los colores intensos y una actitud power que se opone al minimalismo dominante. En una época donde todo se ve muy “clean” y minimalista, Romina aseguró que quería romper con eso. “Quise hacer algo de mucho impacto visual, bien exuberante”, sostuvo.

La puesta en escena recreó un banquete glam de despedida de año: una mesas repleta de objetos vintage y catering. Por su parte, los estilismos contaron con joyas, gafas y prendas con historia, muchas de ellas originales de los años ‘80, recuperadas de placares familiares y archivos personales.
La experiencia de crear en grupo
Uno de los ejes más fuertes del proyecto fue el trabajo colectivo. A diferencia de las producciones individuales, acá el desafío fue interactuar, generar química y construir imágenes desde lo humano. Para Silvina María Ferreyra (57), modelo, la experiencia fue un éxtasis: “Es algo distinto a todo lo que hice. Generalmente trabajo de forma individual y esto en grupo suma muchísimo. Conoces gente del medio, te da visibilidad y nuevas posibilidades”. Por su parte, Faustino Machado (22) remarca la importancia profesional de este tipo de dinámicas: asegura que saber manejarse en grupo es clave ya que muchas producciones grandes funcionan así, destacando la interacción real entre personas. También hubo quienes se enfrentaron al desafío desde un lugar más personal. Luna Gabriela (49) lo define como un acto de valentía: “Para mí fue un desafío. Salir de las poses estructuradas y animarme a actuar más”. Kali Franzone (25) destacó la estética de la producción: «Me encanta porque en esta época hay mucho minimalismo. En los ’80 era todo más llamativo y se expresaban a través de la vestimenta. Todo era brillo y me gusta porque me da la posibilidad de cambiar mi estilo», contó.

Fotografiar la energía real
El encargado de traducir todo ese glamour en imágenes fue el fotógrafo Nicolás Echeverría, quien definió el clima del shooting como “un caos que está bueno”. “La clave es que todo sea real. Si se ríen, que sea de verdad. Si interactúan, que sea genuino. Cuando se fuerza, en la foto se nota.”
Para él, este tipo de experiencias elevan la escena local: sostiene que está buenísimo que pasen estas cosas en Córdoba ya que ayudan a mejorar el nivel y a pensar producciones más ambiciosas.


Crear, disfrutar y cerrar el año en comunidad
Este proyecto también incluyó diseños de estudiantes de la carrera de Diseño de Indumentaria de la Mariano Moreno, sumando una dimensión formativa y colaborativa poco habitual en este tipo de propuestas. “Quería que los chicos también tuvieran fotos editoriales reales para mostrar sus diseños, no solo lo que se ve en un desfile”, explica Romina. Para esto, se utilizaron diseños que habían sido presentados hace pocas semanas en el cierre de año de la institución.
Más allá de la estética, Un ritual de glamour desobediente dejó algo claro: la moda también es encuentro, comunidad y emoción compartida. “En un momento me emocioné. Verlos disfrutar y pensar que todo esto salió de mi cabeza fue una satisfacción enorme”, confiesa Romina.


La experiencia cerró con una certeza compartida por quienes participaron: crear en grupo potencia, humaniza y deja huella. Los modelos presentes en la editorial resaltaron este encuentro y lo definieron con palabras como “disfrute”, “desafío”, “novedoso” e “increíble”.
Romina prometió continuidad: “Esto recién empieza. Se vienen muchas más experiencias editoriales el año que viene”, anticipa la organizadora.



